viernes, 16 de octubre de 2015

Teatro de texto

Si. Porque el teatro siempre ha sido palabra y gesto. Y tanto lo uno como lo otro se han basado en un texto previo.

Me sorprende el titular: “El Lope de Vega apuesta por el teatro de texto, el jazz y la música antigua”. Y no me sorprende por las buenas intenciones, ni por lo del jazz, ni tampoco por lo de la música antigua. Aunque a esto del concepto “antiguo” habría que ponerle límites. ¿Qué es lo antiguo? ¿Dónde empieza y acaba lo antiguo? Antiguos pueden ser Vivaldi, Albéniz o Bonet de San Pedro… Pero bueno. Eso sería otro artículo. Ahora voy por un discutible concepto: “Teatro de texto”.

¿Cuándo el teatro no ha sido de texto? ¿Y el cine? Siempre ha habido un texto. Aún en el caso de los mimos, las pantomimas o el cine mudo. El actor de mimo (Marcel Marceau, por ejemplo) siempre tuvo que elaborar un texto previo escrito en el que, posteriormente, se apoyaría para llevar a cabo sus gestos y a través de ellos hacer llegar una historia a los espectadores. (Eso hacen, sencillamente, los numerosos mimos que trabajan en calles y plazas de nuestras ciudades.) Si. Porque el teatro siempre ha sido palabra y gesto. Y tanto lo uno como lo otro se han basado en un texto previo. Y junto al mimo, ya hemos citado la pantomima. Sería el mismo caso. Siempre tuvo que haber un texto previo.

El texto, para el teatro dramático, la comedia, el mimo, la pantomima o el cine mudo, es como para el escultor, el pintor de caballete o el de grandes murales, la realización de dibujos, de bocetos previos, orientativos para la ejecución final de la obra. El boceto es a la obra plástica, lo que el texto a la dramática.

Literatura, palabra, gestuación…

Creo que lo que aquel día quisieron decir los prohombres de la cultura teatral sevillana, es que en la programación del Lope de Vega se iban a incluir textos en los cuales la palabra iba a prevalecer sobre el gesto y la acción.

Lo que a fin de cuentas anunciaban estos buenos compañeros, es que iban a programar a Shakespeare, Calderón de la Barca, El Príncipe de Maquiavelo, Medea, Ibsen, Sócrates, Weiss, Chejov… En fin. Obras de teatro, como siempre. ¿De texto? Pues claro. Como lo fueron las de Arniches, Mihura, Neville... ¿Y cómo iba a ser de otra manera?

(¿Estulticias, memeces…?)

Y lo que más me sorprende es la crítica un tanto negativa a la Medea de Ana Belén y mi viejo compañero José Carlos Plaza, a la que han acusado de ser un tanto discursiva y el ensamblaje de una serie de monólogos aderezados con algunas escenas efectistas. Con que teatro de texto, ¿eh?

viernes, 2 de octubre de 2015

Cartel Festival Cine 015.


 Qué pena me da esta Sevilla de fantasmones y de gente a medio criar… 
Nuestra revista fue invitada al acto y allí estábamos a la hora anunciada. Cada vez más gente, más abrazos, más besos y más caras de secretarias de sección que iban a lucir su vestidillo y que habían sido invitadas para rellenar, no se fuera a hacer el ridi. Alguna cara conocida y mucha morralla dispuesta a aplaudir lo que le echaran. 
Aburrimiento y el alcalde sin llegar. Por lo visto esa es la tónica. Suele tardar 45 minutos sobre los horarios previstos. Me lo dijeron cuando una cosa del Betis. A los 45 minutos de espera, me aburrí y me marché. Al día siguiente vi el cartel en los periódicos. Y aquí empieza la odisea. Cómo justificar que una cosa extraña sea un homenaje a yo no sé qué y que allí esté el espíritu de yo no sé cuantos y que aquellas son las murallas de la Macarena (¡Guapa, guapa, guapa!) ¡Buf! Menos mal que me fui y me tomé una cerveza en la Alameda de Hércules, aunque tenga losetas… Lo prefiero a las genialidades de última hora… Creo que luego se tomaron una cerveza, los de la presentación del cartel en Santa Clara. Y todos asediando al concejal y al alcalde, a ver si de esta cae algo. (Puedo dar nombres). Y supongo que superando el soponcio (pilatos)… Esa noche dormí muy tranquilo, sin pesadillas, porque no había visto el cartel… Ni quiero nada de nadie. Estoy bien como estoy. Buitres había en la reunión como no te quiero contar. Pero cuando a la mañana siguiente vi el cartel, entonces fue cuando me entró el soponcio (pilatos). ¡Ole ahí la gracia! ¡Y viva el cine! 
Qué pena me da esta Sevilla de fantasmones y de gente a medio criar… Y sobre todo me dan miedo los que vienen, como el picudo rojo, a comerse las palmeras de los parques públicos. Acaban secándolas…
(¿A quién me refiero? Se aceptan apuestas…)