jueves, 16 de julio de 2015

Triana y Carmen Castreño


 Cuando escribo estas líneas falta una semana para que de comienzo la tradicional “Velá de Sant´Ana” 2015, fiesta que este año nos trae como aliciente el estreno de Delegada de Distrito: Carmen Castreño.
Ante todo, mi más cordial saludo de bienvenida y mis mejores deseos en el desarrollo de su gestión. Para Carmen, este cambio de responsabilidad, no le ha supuesto, en lo físico, nada más que un breve recorrido río arriba. Justo tres puentes: Delicias, San Telmo y Triana. Como si el río vertebrase su vida. O mejor diría el agua, porque no hay que ignorar el tiempo que estuvo en Ceuta al frente de su puerto. Ahora ha venido de dirigir el Puerto de Sevilla a dirigir el Puerto de Triana, que aunque ahora sin barcos, sigue guardando aromas a brisa de mar que suben río arriba desde Sanlúcar…
Los prolegómenos tradicionales de la fiesta han transcurrido por sus cauces habituales. Se han nombrado los trianeros adoptivos: El pintor Juan Valdés, el músico Pascual González y el profesor de Arte de nuestra Universidad Enrique Valdivieso. El pregón correrá a cargo del rapero Junior Miguez y los trianeros del año serán Jessica Cánovas “La Flaka”, cantante; el médico Carlos Martínez y la periodista Nuria del Saz. El cartel ha sido realizado por la pintora onubense, Isabel Castilla. Enhorabuena a todos.
Yo me voy a quedar en mi puesto de observador de “La Velá”. Desde hace algunos años, se han venido agudizando algunos problemillas que han ido marcando la fiesta en algunas de sus facetas fundamentales, problemillas a los que les he ido siguiendo la pista desde mis colaboraciones en la “Revista Triana”, el lamentablemente desaparecido periódico “Triana Crónica” y en el programa radiofónico y en la revista digital, titulados ambos, “Sevilla en tus manos”.
Estos problemas se podrían enumerar en pocas palabras: Las banderas, la música en las casetas, el nivel de decibelios, las pañoletas y la vigilancia. Creo que la solución de cualquiera de estos problemas, en los que ahora no ahondo y solo enuncio, no pasan ni por las prohibiciones, ni las limitaciones, ni las uniformidades, tanto estéticas como acústicas.
Sé que es fácil poner el dedo en la llaga sin aportar soluciones. Las soluciones existen, pero no tendrían cabida en este recuadro. Lo importante es que “La Velá” no deje de serlo. Hay que volver a sus raíces.
Importante responsabilidad la de Carmen Castreño a la que, como dije más arriba, le deseo lo mejor en esta nueva singladura de su carrera fluvial.

jueves, 2 de julio de 2015

El calor, la calor, los calores, las calores…

Dice  José Mª Toro que yo solo escribo de lo que se o conozco. La verdad es que se me da mejor que eso de inventar historias o de ir sacando datos por las hemerotecas. Y, por seguir con mi línea, voy a hablar de algo que en Sevilla bien conocemos todos. Del calor. Y el calor suele venir muy asociado a otro concepto bastante engorroso, aunque siempre bien recibido: las vacaciones. 

Desde mi más tierna infancia, calor y vacaciones han venido ligados a recuerdos de mudanzas embrolladísimas. Desde el botijo de barro hasta una mecedora… ¡Todo! Sin olvidar las broncas de mi madre con mi abuela.  Con el paso del tiempo cambiamos el botijo por una neverita de plástico de color azul y la mecedora por una tumbona de lona plegable a rayas también azules. Las broncas continuaban, aunque ahora se celebraban entre la señora y la suegra. Los niños aprovechaban para dar voces y corretear entre los bultos. 


Con el paso de más tiempo, el coche se seguía cargando hasta los topes. La baca a rebosar, el maletero a tope y la señora, la suegra y los tres mil hijos de San Luis, tapándote el retrovisor… Y como denominador común, el calor. Porque aquel primer coche no tenía aire acondicionado.


Y desde el portal de casa, el tío guasón que te grita: ¡Que pases unas felices vacaciones! 


Y tú que te acuerdas de su padre…


Sé que alguno de ustedes habrán vivido cosas peores. Vale. Pero todos estarán de acuerdo conmigo en que también es mala pata que el calor se alíe con esa ceremonia tan hispana como es la mudanza de las vacaciones. ¡Ah! Se me olvidaba la bicicleta del mayor. Cogida con un buen pulpo a la baca. Porque no hay que ignorar que “las bicicletas son para el verano”, como decía aquella formidable obra teatral de don Fernando Fernán Gómez. El padre, en el mes de abril del 39, le decía a su hijo cuando este le pedía una bici para el próximo verano: 


          -“Quien sabe cuándo habrá otro verano…”


Y caía lentamente el telón.


Me decía el otro día un conocido del barrio, coincidiendo con el primer arrechucho de calor de este verano de 2015, el de los 40 “p´arriba”, que ya no hay veranos. Que veranos eran aquellos cuando no había neveras, ni aire acondicionado y los techos eran de uralita. Tenías que dormir con una sábana mojada y cuando se secaba, volvías a mojarla en el grifo y a echártela otra vez encima… Y el agua te salía caliente del grifo… ¡Eso sí que eran veranos…!


Lo de “el caló”, era el aviso de la llegada del verano. “La caló” cuando el aviso se prolongaba demasiado. “Los calores” cuando las temperaturas empezaban a agotarte físicamente y “las calores” el ya no puedo más y hasta aquí hemos llegado…
Y la voz popular: ¡Ea! Ya no nos acordamos del frío y las aguas de febrero…