domingo, 20 de diciembre de 2015

Los tres camareros




(Cuento para Navidad y Reyes. Un homenaje a mi amigo y compañero Paco Robles).
Salió presuroso de su oficina. Había entrado a trabajar en la empresa a las siete de la mañana y a las tres de la tarde le sobraba el hambre. Tiró por otra calle intentando cortar aún más y así llegar antes a su casa. Al volver una esquina le llegó un olor de toda la vida. Un olor a cocido, a caldo humeante, el mismo que llenaba su casa de niño cuando regresaba del colegio y su madre se afanaba en la cocina. Sin pensárselo mucho, decidió entrar en el local del que procedía el olor. Parecía un restaurante modesto. Iba algo distraído pensando en el informe que tenía que preparar aquella tarde para entregarlo al día siguiente en su empresa. Números y más números. Pero había que congraciarse con el nuevo jefe de sección.
Cuando empezó a observar, descubrió que aquello era un autoservicio frecuentado por gente de toda condición. Había personas vestidas de clásico, chaqueta y corbata, junto a otras con camisas a cuadros y vaqueros. Señoras de negro y jovencitas con vestidos de alegres colores. Otros con enormes mochilas, barba larga y pelos revueltos.
Cogió su bandeja y se puso en la cola. Cuando empezaron a servirle, alzó la mirada y vio que eran tres camareros los que estaban sirviendo. Uno de ellos era negro y los tres le sonreían. Entonces advirtió por un letrero que había en la pared y por unas leyendas que lucían en los mandiles, que aquello era un comedor social. De repente, se sintió incómodo. Quiso dejar la bandeja y marcharse, pero los camareros se lo impidieron y terminaron de servírsela. El cocido, el filete empanado, la ensalada y la fruta. El camarero negro le dijo:
–No se preocupe. La primera vez se pasa mal. Luego se acostumbra uno. No debe avergonzarse de nada. ¡Ah! Y de postre especial hoy tenemos un helado buenísimo que nos ha donado una importante marca heladera. Ya puede sentarse.
Se sentó en una mesa donde un matrimonio mayor y bien vestido comía en silencio sin levantar los ojos de la bandeja. Enfrente, un tipo con barba descuidada, sonreía mientras daba cuenta del filete empanado y no paraba de hablar. 
–¿Tú eres nuevo, verdad? Se te nota. Verás. Yo he perdido el trabajo, el banco se ha quedado con mi casa y después del divorcio no sé adónde ir. Duermo en un albergue y menos mal que aquellos tres camareros me han acogido y me tratan de maravilla. Que quieres que te diga. Al final he tenido suerte en la vida. Así que no te agobies, compañero, que de todo se sale.
No podía creer lo que estaba sucediendo. Nadie le había pedido nada por darle de comer, ni le habían preguntado por nada. Comió rápidamente y al terminar, se levantó.
–Nos veremos a la noche, en la cena –le dijo el compañero de mesa.
Sin poder articular palabra, se despidió con una inclinación de cabeza. Al pasar junto a la barra, los tres camareros se apresuraron a despedirlo con una amplia sonrisa.
–Si algún día vienes por aquí y por casualidad no estamos, di que vienes de parte nuestra.
El primer camarero le alargó la mano:
–Yo me llamo Melchor.
El segundo, con una amplia sonrisa:
–Yo, Gaspar.
Y el negro, agarrándolo y dándole un fuerte abrazo que parecía que lo iba a asfixiar, le gritó al oído:
–Y yo tu amigo Baltasar. ¡Felicidades, compañero!

jueves, 3 de diciembre de 2015

Año nuevo, agenda nueva.

 
 

Yo tengo mi feliz entrada de año en los primeros días de diciembre, cuando voy a la papelería de mi barrio y yo solito, me compro el recambio de agenda Luxindex, de seis agujeros
 
Cada uno celebra el año nuevo cuando quiere, donde quiere y como quiere. Yo suelo felicitar eso del año nuevo en los momentos más inverosímiles del año. Por ejemplo. Al casetero de la Feria , le felicito en Abril. Al vecino de sombrilla en la playa de Rota lo felicito en Agosto. Y así… Para una gran mayoría, el momento solemne, el momento emocionante, bien sea en familia rodeado de cuñados y sobrinos, o bien en un cotillón rodeado de señores y señoras bastante estupidillos por cierto, es el de las doce uvas, situación que tiene una serie de lecturas: Vaya entrada de año para el que no le gustan las uvas, para el que se atragantó, para el que no pudo con todas y se dejó tres en el plato, etc. ¡Y, luego, vengan abrazos y besos hipócritas…!

Yo tengo mi feliz entrada de año en los primeros días de diciembre, cuando voy a la papelería de mi barrio y yo solito, me compro el recambio de agenda Luxindex, de seis agujeros, antes de día por página, ahora de semana vista. Y no es porque trabaje menos, sino porque la vida me ha enseñado a ir abreviándolo todo. Y cuando regreso a casa y le quito el plástico al recambio y lo coloco entre las portadas de mi agenda de sobremesa, repaso las páginas con esos nuevos trescientos sesenta y cinco días que se presentan ante mí en blanco, en un gesto de amabilidad y afecto, como entregándose para ayudar a ser rellenados y ser vividos con alegría, ilusión y buenos proyectos. Esa es la primera, silenciosa, respetuosa y, desde luego, sincera felicitación que yo recibo cada año. Y el año, recibe la caricia de mi mano sobre el papel… Que pueda llenaros todos uno a uno –pienso en ese momento.

Lo mismo le deseo a todos aquellos que en estos días estrenan recambio de cualquier tipo de agenda, aunque la mía sea Luxindex, de seis perforaciones y semana vista…

domingo, 15 de noviembre de 2015

Libro antiguo y de ocasión

 



Siempre me gustó echarle un ojo a la Feria del Libro antiguo y de ocasión. Y desde siempre escudriñaba por los rincones con la ilusión de encontrar alguna vez un título mío. Me hacía ilusión llegar a descubrirme entre los “clásicos”. Y así ocurrió. Un año, y en una caseta de una librería gaditana, descubrí no uno, sino tres títulos míos. Me llené de gozo y aquello fue como un regalo de Reyes Magos. ¡Lo había conseguido! Ya estaba más cerca de la gloria. Empezaba a ser “antiguo” y, probablemente, “de ocasión”. Lo que había costado 20 euros en su día, ahora se vendía a 5. Saludé a la chica que atendía el stand, me dedicó una sonrisa y ahí quedó todo. Pero mi curiosidad era grande y empecé a investigar. Al final descubrí que mis libros se habían vendido, unos al peso y otros casi tirados, tanto por parte de la editorial que en su día los lanzó y como por el dueño del almacén donde llevaban algunos los libros un montón de años sin que le pagaran el alquiler del espacio que ocupaban. Tirando más del hilo descubrí que varios libreros de Sevilla habían adquirido títulos en tales condiciones y que el de Cádiz, del que terminé haciéndome amigo, tenía almacenados cientos de ejemplares de obras mías que, además, traía a Sevilla para venderlos en noviembre en la Feria de la Plaza Nueva. Obras de ida y vuelta, como los cantes flamencos.

Total: Que no había llegado al Olimpo de los clásicos, de los viejos. No. Estaba allí a consecuencia de un proceso de mala gestión administrativa y un abandono lamentable de la obra cultural, con desprecio y alevosía. Que se pudra la Historia en almacenes fríos, polvorientos o quizás húmedos. Que se malvenda, aunque de este modo alguien haya podido disfrutar de unos textos en condiciones económicas más favorables. Me alegro por ellos, de verdad.

Pero aquella situación me sumió en un estado de tristeza y reflexión. ¿Era o no era viejo? ¿Era o no era antiguo? ¿Era o no era de ocasión? ¿Era víctima de unos extraños manejos?

martes, 3 de noviembre de 2015

El Studebaker de la calle Tetuan.


 Porque yo siempre pensé que unas cosas que se llaman Patrimonio Histórico o Urbanismo, existían para defender las obras de arte y no obligar a dejarlas a lo que venga y les caiga encima…
El primer chiste. Sevilla 1950. 
Pregunta: ¿Qué problema tiene ese coche? 
Respuesta: Pues que va en contramano. 
Entonces, como siempre, por la calle Tetuán se circulaba en sentido Plaza Nueva, Campana. Ahora solo se circula a pie. Menos mal. 
El mosaico del Studebaker es original de Enrique Orce y data de 1924, elaborado en Triana en los talleres de Ramos Rejano. Los propietarios de la casa y del establecimiento que en ella se aloja, lo restauraron en 1978 y como la cosa no termina de solucionarse, para salvar la obra de arte del maltrato (no sé cómo se denominará en este caso) consistente en desaparición de losetas, roces, patadas, aguas, bromas, putadas, los propietarios de la casa y del azulejo han propuesto trasladarlo al lienzo de pared de la primera planta de la fachada que está vacío. Pero entonces va la Comisión Local de Patrimonio Histórico y dice que no por tercera vez, porque Urbanismo ha dicho que “el traslado no se ajusta a los criterios compositivos del centro histórico…” (¡Toma ya!)
Hablando en “román paladino”: Que le vayan dando al azulejo, que se lo carguen los gamberros, porque aquí estamos todos para salvar los tesoros artísticos de Sevilla… ¿Me lo traducen?
Evidentemente, el Studebaker, sigue circulando contramano ante la eterna reflexión del “Pensador” de Rodín.
¿Qué pensará un pensador como este sobre Sevilla? Porque yo siempre pensé (y no soy pariente de Rodín) que unas cosas que se llaman Patrimonio Histórico o Urbanismo, existían para defender las obras de arte y no obligar a dejarlas a lo que venga y les caiga encima…

viernes, 16 de octubre de 2015

Teatro de texto

Si. Porque el teatro siempre ha sido palabra y gesto. Y tanto lo uno como lo otro se han basado en un texto previo.

Me sorprende el titular: “El Lope de Vega apuesta por el teatro de texto, el jazz y la música antigua”. Y no me sorprende por las buenas intenciones, ni por lo del jazz, ni tampoco por lo de la música antigua. Aunque a esto del concepto “antiguo” habría que ponerle límites. ¿Qué es lo antiguo? ¿Dónde empieza y acaba lo antiguo? Antiguos pueden ser Vivaldi, Albéniz o Bonet de San Pedro… Pero bueno. Eso sería otro artículo. Ahora voy por un discutible concepto: “Teatro de texto”.

¿Cuándo el teatro no ha sido de texto? ¿Y el cine? Siempre ha habido un texto. Aún en el caso de los mimos, las pantomimas o el cine mudo. El actor de mimo (Marcel Marceau, por ejemplo) siempre tuvo que elaborar un texto previo escrito en el que, posteriormente, se apoyaría para llevar a cabo sus gestos y a través de ellos hacer llegar una historia a los espectadores. (Eso hacen, sencillamente, los numerosos mimos que trabajan en calles y plazas de nuestras ciudades.) Si. Porque el teatro siempre ha sido palabra y gesto. Y tanto lo uno como lo otro se han basado en un texto previo. Y junto al mimo, ya hemos citado la pantomima. Sería el mismo caso. Siempre tuvo que haber un texto previo.

El texto, para el teatro dramático, la comedia, el mimo, la pantomima o el cine mudo, es como para el escultor, el pintor de caballete o el de grandes murales, la realización de dibujos, de bocetos previos, orientativos para la ejecución final de la obra. El boceto es a la obra plástica, lo que el texto a la dramática.

Literatura, palabra, gestuación…

Creo que lo que aquel día quisieron decir los prohombres de la cultura teatral sevillana, es que en la programación del Lope de Vega se iban a incluir textos en los cuales la palabra iba a prevalecer sobre el gesto y la acción.

Lo que a fin de cuentas anunciaban estos buenos compañeros, es que iban a programar a Shakespeare, Calderón de la Barca, El Príncipe de Maquiavelo, Medea, Ibsen, Sócrates, Weiss, Chejov… En fin. Obras de teatro, como siempre. ¿De texto? Pues claro. Como lo fueron las de Arniches, Mihura, Neville... ¿Y cómo iba a ser de otra manera?

(¿Estulticias, memeces…?)

Y lo que más me sorprende es la crítica un tanto negativa a la Medea de Ana Belén y mi viejo compañero José Carlos Plaza, a la que han acusado de ser un tanto discursiva y el ensamblaje de una serie de monólogos aderezados con algunas escenas efectistas. Con que teatro de texto, ¿eh?

viernes, 2 de octubre de 2015

Cartel Festival Cine 015.


 Qué pena me da esta Sevilla de fantasmones y de gente a medio criar… 
Nuestra revista fue invitada al acto y allí estábamos a la hora anunciada. Cada vez más gente, más abrazos, más besos y más caras de secretarias de sección que iban a lucir su vestidillo y que habían sido invitadas para rellenar, no se fuera a hacer el ridi. Alguna cara conocida y mucha morralla dispuesta a aplaudir lo que le echaran. 
Aburrimiento y el alcalde sin llegar. Por lo visto esa es la tónica. Suele tardar 45 minutos sobre los horarios previstos. Me lo dijeron cuando una cosa del Betis. A los 45 minutos de espera, me aburrí y me marché. Al día siguiente vi el cartel en los periódicos. Y aquí empieza la odisea. Cómo justificar que una cosa extraña sea un homenaje a yo no sé qué y que allí esté el espíritu de yo no sé cuantos y que aquellas son las murallas de la Macarena (¡Guapa, guapa, guapa!) ¡Buf! Menos mal que me fui y me tomé una cerveza en la Alameda de Hércules, aunque tenga losetas… Lo prefiero a las genialidades de última hora… Creo que luego se tomaron una cerveza, los de la presentación del cartel en Santa Clara. Y todos asediando al concejal y al alcalde, a ver si de esta cae algo. (Puedo dar nombres). Y supongo que superando el soponcio (pilatos)… Esa noche dormí muy tranquilo, sin pesadillas, porque no había visto el cartel… Ni quiero nada de nadie. Estoy bien como estoy. Buitres había en la reunión como no te quiero contar. Pero cuando a la mañana siguiente vi el cartel, entonces fue cuando me entró el soponcio (pilatos). ¡Ole ahí la gracia! ¡Y viva el cine! 
Qué pena me da esta Sevilla de fantasmones y de gente a medio criar… Y sobre todo me dan miedo los que vienen, como el picudo rojo, a comerse las palmeras de los parques públicos. Acaban secándolas…
(¿A quién me refiero? Se aceptan apuestas…)

lunes, 14 de septiembre de 2015

Amar los teatros



 En todos estos teatros, vivimos horas de nervios, ilusiones, creatividad, sueños, aplausos, críticas, abrazos, lágrimas, risas.
Me parece estupendo que tanto compañero dedique espacios en periódicos y radios, defendiendo los pocos teatros y cines que quedan en pie. Me encanta que hablen del PGOU, del destino de los suelos, de los BIC (que no deja de sonarme a bolígrafo), del Ayuntamiento y de la Junta, que si el patrimonio, que si el uso cultural, que si los siglos, los estilos arquitectos, las reformas, los derribos, los aforos… 
Pero permítanme ustedes por un momento que, aún de acuerdo con que todas esas cosas se esgriman para defender estos templos, yo los defienda ahora a través de recuerdos muy personales: Plantillas de tramoyistas, eléctricos, taquilleros, acomodadores, regidores, señoras de los servicios y de la limpieza, del ambigú, fijadores de carteles, utileros, regidores… Nombres concretos: Juan Yévenes, Muñiz, Enrique, Joaquina, Humberto… Y lugares: La puerta de artistas, el escenario vacío, los telares, el cuarto de máquinas, el foso, las trampillas, los camerinos (individuales y colectivos), el patio de butacas, los palcos, las galerías, los pasillos interminables, el gallinero, el hall, el bar, las taquillas, las carteleras… En alguno de estos teatros llegué a tener un camerino donde recibía a los amigos después de los estrenos. 

Y, sobre todo, por las obras montadas en cada uno de ellos:

San Fernando: (Desaparecido). “Los justos” de Albert Camus; “El velero en la botella” de Jorge Díaz; Obras de Brcht, Ionesco…

Alvarez Quintero: (Deformado). “El cuervo” de Alfonso Sastre; “El hombre de las cien manos”, infantil de Luis Matilla; “Cándida” de Bernard Shaw…

Cervantes: (Ahí está). “La jaula” de Alfonso Jiménez; “Rinoceronte” de Ionesco; “Pigmalión” de Bernard Shaw; “Un sombrero lleno de lluvia” de Michael V. Gazzo…

En todos estos teatros, vivimos horas de nervios, ilusiones, creatividad, sueños, aplausos, críticas, abrazos, lágrimas, risas. Fueron nuestra casa en incansables horas de ensayos, pausas para el descanso, bocadillos para reponer fuerzas, cabezadas en el sofá del hall, chistes en la madrugada durante la puesta de luces, el nacimiento de algún amor mientras se pasaba letra en un camerino… De esta manera, ¿cómo no voy a recordar estos lugares y defender el que aún nos queda?

domingo, 9 de agosto de 2015

El trasiego veraniego

 

Las vacaciones veraniegas están sometidas a una cadencia de idas y venidas, de hola y adioses, de bienvenidas y despedidas. Para entender esta teoría hay que situarse en un punto fijo, una playa cualquiera y vivir el verano completo.

El día 1 de julio llegan al pueblo los veraneantes que vienen alquilados del 1 al 15 y los que tienen casa que, normalmente, estarán hasta el 31.

El día 15 se van los que han estado alquilados del 1 al 15 y llegan los alquilados del 15 al 31. También llegan los alquilados del 15 de julio al 15 de agosto y los que, teniendo casa, prefieren pasar del 15 de julio al 15 de agosto para volver a Sevilla para la Virgen.

El 1 de agosto se van los alquilados del 1 al 31 y los alquilados del 15 al 31 de julio. También se van los que, teniendo casa, se han pasado medio mes de vacaciones, porque pueden volver del 15 al  31.

El día 15 de agosto llegan los alquilados del 15 al 31 y los del 15 de agosto al 15 de septiembre y se marchan los que estuvieron alquilados del 15 de julio al 15 de agosto o del 1 al 15 del mismo mes.

El 31 de agosto se van los alquilados del 1 al 31, del 15 al 31 y los que estuvieron todo el mes porque tenían casa o porque les salió de las mismísimas narices.

El 1 de septiembre llegan los alquilados del 1 al 15, los del 1 al 30 y los que tienen casa, que pueden estar del 1 al 15, del 15 al 30 o como les salga de los mismísimos…

El 15 de septiembre me suelo marchar yo cuando ya se han ido toda la legión de horteros, chillones, maleducados y barrigudos veraneantes que se te mean en la playa. Justo me marcho cuando mejor se empieza a estar por estas latitudes. Pero, como tengo casa, puedo permitirme el lujo de venir del 1 de enero al 31 de diciembre cuando me salga de los cataplines.

Y mis recuerdos a todos los veraneantes. 

Con lo bonito que es veranear en febrero…

jueves, 16 de julio de 2015

Triana y Carmen Castreño


 Cuando escribo estas líneas falta una semana para que de comienzo la tradicional “Velá de Sant´Ana” 2015, fiesta que este año nos trae como aliciente el estreno de Delegada de Distrito: Carmen Castreño.
Ante todo, mi más cordial saludo de bienvenida y mis mejores deseos en el desarrollo de su gestión. Para Carmen, este cambio de responsabilidad, no le ha supuesto, en lo físico, nada más que un breve recorrido río arriba. Justo tres puentes: Delicias, San Telmo y Triana. Como si el río vertebrase su vida. O mejor diría el agua, porque no hay que ignorar el tiempo que estuvo en Ceuta al frente de su puerto. Ahora ha venido de dirigir el Puerto de Sevilla a dirigir el Puerto de Triana, que aunque ahora sin barcos, sigue guardando aromas a brisa de mar que suben río arriba desde Sanlúcar…
Los prolegómenos tradicionales de la fiesta han transcurrido por sus cauces habituales. Se han nombrado los trianeros adoptivos: El pintor Juan Valdés, el músico Pascual González y el profesor de Arte de nuestra Universidad Enrique Valdivieso. El pregón correrá a cargo del rapero Junior Miguez y los trianeros del año serán Jessica Cánovas “La Flaka”, cantante; el médico Carlos Martínez y la periodista Nuria del Saz. El cartel ha sido realizado por la pintora onubense, Isabel Castilla. Enhorabuena a todos.
Yo me voy a quedar en mi puesto de observador de “La Velá”. Desde hace algunos años, se han venido agudizando algunos problemillas que han ido marcando la fiesta en algunas de sus facetas fundamentales, problemillas a los que les he ido siguiendo la pista desde mis colaboraciones en la “Revista Triana”, el lamentablemente desaparecido periódico “Triana Crónica” y en el programa radiofónico y en la revista digital, titulados ambos, “Sevilla en tus manos”.
Estos problemas se podrían enumerar en pocas palabras: Las banderas, la música en las casetas, el nivel de decibelios, las pañoletas y la vigilancia. Creo que la solución de cualquiera de estos problemas, en los que ahora no ahondo y solo enuncio, no pasan ni por las prohibiciones, ni las limitaciones, ni las uniformidades, tanto estéticas como acústicas.
Sé que es fácil poner el dedo en la llaga sin aportar soluciones. Las soluciones existen, pero no tendrían cabida en este recuadro. Lo importante es que “La Velá” no deje de serlo. Hay que volver a sus raíces.
Importante responsabilidad la de Carmen Castreño a la que, como dije más arriba, le deseo lo mejor en esta nueva singladura de su carrera fluvial.

jueves, 2 de julio de 2015

El calor, la calor, los calores, las calores…

Dice  José Mª Toro que yo solo escribo de lo que se o conozco. La verdad es que se me da mejor que eso de inventar historias o de ir sacando datos por las hemerotecas. Y, por seguir con mi línea, voy a hablar de algo que en Sevilla bien conocemos todos. Del calor. Y el calor suele venir muy asociado a otro concepto bastante engorroso, aunque siempre bien recibido: las vacaciones. 

Desde mi más tierna infancia, calor y vacaciones han venido ligados a recuerdos de mudanzas embrolladísimas. Desde el botijo de barro hasta una mecedora… ¡Todo! Sin olvidar las broncas de mi madre con mi abuela.  Con el paso del tiempo cambiamos el botijo por una neverita de plástico de color azul y la mecedora por una tumbona de lona plegable a rayas también azules. Las broncas continuaban, aunque ahora se celebraban entre la señora y la suegra. Los niños aprovechaban para dar voces y corretear entre los bultos. 


Con el paso de más tiempo, el coche se seguía cargando hasta los topes. La baca a rebosar, el maletero a tope y la señora, la suegra y los tres mil hijos de San Luis, tapándote el retrovisor… Y como denominador común, el calor. Porque aquel primer coche no tenía aire acondicionado.


Y desde el portal de casa, el tío guasón que te grita: ¡Que pases unas felices vacaciones! 


Y tú que te acuerdas de su padre…


Sé que alguno de ustedes habrán vivido cosas peores. Vale. Pero todos estarán de acuerdo conmigo en que también es mala pata que el calor se alíe con esa ceremonia tan hispana como es la mudanza de las vacaciones. ¡Ah! Se me olvidaba la bicicleta del mayor. Cogida con un buen pulpo a la baca. Porque no hay que ignorar que “las bicicletas son para el verano”, como decía aquella formidable obra teatral de don Fernando Fernán Gómez. El padre, en el mes de abril del 39, le decía a su hijo cuando este le pedía una bici para el próximo verano: 


          -“Quien sabe cuándo habrá otro verano…”


Y caía lentamente el telón.


Me decía el otro día un conocido del barrio, coincidiendo con el primer arrechucho de calor de este verano de 2015, el de los 40 “p´arriba”, que ya no hay veranos. Que veranos eran aquellos cuando no había neveras, ni aire acondicionado y los techos eran de uralita. Tenías que dormir con una sábana mojada y cuando se secaba, volvías a mojarla en el grifo y a echártela otra vez encima… Y el agua te salía caliente del grifo… ¡Eso sí que eran veranos…!


Lo de “el caló”, era el aviso de la llegada del verano. “La caló” cuando el aviso se prolongaba demasiado. “Los calores” cuando las temperaturas empezaban a agotarte físicamente y “las calores” el ya no puedo más y hasta aquí hemos llegado…
Y la voz popular: ¡Ea! Ya no nos acordamos del frío y las aguas de febrero…

jueves, 18 de junio de 2015

Todos a examen.




El aguijón, tal y como lo entiendo, te ayuda a vivir. Te permite arremeter contra todo lo que se puede “menear” contra ti o contra alguien. Por eso el aguijón me da la vida, nos puede dar la vida, como cualquier reflexión bañada en humor.
Creo que la Primavera altera muchas más cosas aparte de la sangre, como ya es sabido. Y cuando llega a su final y va a ceder su puesto al verano, un amplio sector de una nueva ciudadanía se ve sometida, en tiempos de amores y primeros pantaloncitos cortos, al sufrimiento de cruentos exámenes a los que se presentan miles de alumnos para hablar de Valle Inclán, la Guerra de la Independencia o la Transición… Nervios, ataques de ansiedad… Y, vamos. Porque dentro de nada, este sistema será sustituido por otro, vaya usted a saber si más siniestro. ¿Reválida? ¿Test? Y a lo mejor no da lugar al cambio, porque…
Y luego están los agentes externos, los efectos colaterales, que en plena Primavera, osan moverte el sillón de la vida. Y alguien te dice: “Estás malito.” Y tú vas y enciendes todas las alarmas. Ya no tengo que examinarme de selectividad, pero me están seleccionando para jugar una liguilla de promoción, no se si para ascender o para descender. Puedo hasta terminar jugando con el Cádiz… (Tampoco me importaría mucho…)
Y tú te defiendes. Qué difícil es luchar contra algo que no has inventado tú. Nos han traído con defectos de fábrica y sin tarjeta de garantía. ¿Por qué nos han creado así? ¿Por qué somos tan frágiles? ¿Por qué no hemos podido aprobar más exámenes, tener más novias en Primavera, vivir trabajando más…? ¿Por qué y quien nos ha traído a este mundo sin pedirnos permiso y luego nos hace desaparecer de un plumazo, sin preaviso y sin pedir disculpas? ¿Quiénes somos?
Que nada. Que lo nuestro es aprobar la selectividad o la reválida y seguir viviendo colgados del hilo de una araña, balanceándonos como aquella famosa familia de elefantes… 
¡Feliz verano!

martes, 2 de junio de 2015

O no pasa nada o todo pasa a la vez.




La película se titulaba “Nunca pasa nada”. Con guión y dirección del gran Juan Antonio Bardém, realizada en los profundos comienzos de los años 60, contaba la historia de la más guapa y atractiva vedette de una gran compañía de revistas internacionales de nacionalidad francesa que había actuado en una ciudad de provincias y que se vio obligada a permanecer en la localidad a consecuencia de una apendicitis aguda. La compañía continúa su camino y ella se queda allí enferma y luego convaleciente. Consecuencias: revolución entre los alumnos de bachillerato; inquietud entre los contertulios del Círculo Mercantil; escándalo entre las señoras del lugar y encendida pasión en el médico que la atiende…

En una ciudad donde nunca pasaba nada, ocurre todo a la vez y se organiza un caos. Según los historiadores, una de las mejores películas de Bardém.
24 de mayo de 2015. Película real. La acción en Sevilla. O nunca pasa nada o pasa todo a la vez. Como el milagro de los panes y los peces. Pan y peces para todos. La agenda de ese día venía preñada de acontecimientos.

Elecciones municipales. El Rocío. Posible ascenso del Betis. Procesión de Mª Auxiliadora por las calles de Triana. Anuncio de lluvia a la hora del partido y de la procesión... 

Conforme el Betis se juega el ascenso y la Virgen procesiona, hay que estar atentos a los televisores para conocer los tan ansiados resultados de las elecciones. Qué partido (político, se entiende) se mantiene, cual asciende, cual juega la liguilla o cual desciende… ¡¡Gooooool del Betis!! Este asciende ya seguro…

Muchas cuerdas para un solo violín… Pero el pueblo, sabio, las toca todas. Y suena a sinfonía. Eso se llama cultura popular.

Creo que el día 24 de mayo de 2015, terminó bien. El chaparrón de última hora de la tarde, como en los finales inolvidables de las obras dramáticas de Alfonso Sastre, cuando siempre estallaba una tormenta “que refrescaba el ambiente y permitía que el ambiente oliera a tierra mojada”, facilitó que cada cosa terminara en su sitio…

miércoles, 20 de mayo de 2015

Sevilla en ángulo bajo


Recuerdo que hace ya bastantes años, me encontraba de paseo turístico con un grupo de compañeros de teatro en el descanso de una gira que realizábamos por la provincia de Burgos, cuando llegamos ante la solemne fachada de la Catedral, lugar donde Vicente Aranda sitúa una de las escenas más duras de su película “Amantes”. 
Naturalmente todas las miradas se fueron hacia lo más alto para contemplar el juego de agujas verticales de tan importante joya de la arquitectura gótica.
En aquel momento, cargado de emociones, oímos la voz de un compañero decir:
-¡Mirad. Me he encontrado cinco duros!
Aquel buen hombre, no solo no estaba mirando la fachada de la Catedral, sino que estaba mirando al suelo… En efecto. Hay gente que va por el mundo mirando al suelo. Seguro que no se tropiezan con nada, pero seguro también que hay que ver la de cosas importantes y bonitas que se pierden. Yo siempre lo he dicho y, sobre todo, refiriéndome a Sevilla. Sevilla, como decía mi amigo Garmendia, es una ciudad para pasearla. Y agrego yo: y para mirarla. Pero mirarla de arriba abajo. También por arriba, no conformarnos con la altura de nuestros ojos y de nuestros móviles. ¿Han probado alguna vez a pasear por nuestras calles mirando los remates de las casas más antiguas? Cierros, balcones, mosaicos, remates, veletas, espadañas, torres, altarcitos, retablillos, azulejos con nombres de antiguas industrias, barandillas…
Tanto y tanto he mirado a lo largo de mi vida que guardo el proyecto de un libro que titularía “Sevilla en ángulo bajo”, que quizás termine de hacer algún día. Los ojos y la cámara de fotos mirando al cielo y descubriendo la ciudad de los más bellos remates…
De acuerdo que si miro al suelo estoy seguro de no tropezarme con ninguna loseta suelta de cualquier acera, que hasta puedo encontrarme un euro, pero creo que hay que alternar las miradas y dirigirlas tanto a las solerías, empedrados y alcorques, como a las cresterías y tejados…
Pruébenlo y no se arrepentirán.

sábado, 2 de mayo de 2015

Anne Todd.




Esa tarde tenía que hacer algunas gestiones por el centro. Tomé el 40 en San Jacinto y me dejé llevar a Sevilla, con esa vuelta de “tour operator” que supone Pagés del Corro, Plaza de Cuba, parón interminable en Puente de San Telmo, que antes era levadizo (no se qué es peor), vuelta a recorrer las mismas latitudes y longitudes geográficas por el Paseo de Colón, hasta llegar de nuevo a la otra esquinita del Puente de Triana. Vale. Yo acepto toda esta vuelta a cambio de haber ganado la zona peatonal de San Jacinto donde tan a gusto se pasean tantos amigos trianeros, como Angel Vela. Pues aquella tarde, cuando dejé el 40 en la Magdalena, en la puerta del Corte, que te bajas del autobús y te meten en las rebajas directamente, me fui tranquilo por O´Donnel dirección Campana. Al pasar por el reloj de la antigua y desaparecida “Casa sin balcones”, no tengo más remedio que recordar a mi amigo, compañero y gran fotógrafo Manolo Ruesga, que en aquella legendaria tienda me vendió un tomavistas “Eumig” de Super-8. Y vuelvo a observar cómo el reloj sigue impertérrito en las ocho menos cuarto, incluso un poquito menos. 

Bien. Pues cuando llego al final de la calle me encuentro con una inesperada cola formada por adolescentes, totalmente troqueladas al uso, que se iniciaba en la Campana y llegaba hasta yo no sé dónde. Mismos aspectos, mismos vestuarios, mismos teléfonos móviles y un mismo libro. No sé cual era. Una lo llevaba asomando por la mochila. Otra, bajo el brazo. Otra entre las piernas. Otra lo enarbolaba mientras se lo mostraba a alguien. Preocupado y cual si fuera una hormiguita, decidí seguir el rastro. Así llegué hasta la puerta de “La Casa del Libro”.

Entré y saludé a mis amigos los responsables de la casa. Hablamos. 

–Mira lo que son los fenómenos mediáticos…
–Si, bueno. Como las sombras de Grey, como el Código da Vinci, como el Señor de los anillos. Lo que nos mandan desde allá arriba y desde las puñeteras redes… Y luego agárrate a que cualquier imbécil te diga:
–¡¿Qué no lo has leído?!
Y tú te quedas un segundo en silencio.
–¡Pero, bueno! ¿En qué mundo vives? -Te remacha el imbécil de turno, hasta que tú reaccionas.
  Pues, no… No lo he leído. Ni lo pienso leer. ¿qué pasa?

La verdad es que, en el fondo, prefiero que este ejército de adolescentes hagan colas para leer que para otras cosas… Lo malo es lo que te dan envuelto en esos libros que, no sé por qué, siempre suelen ser muy gordos.

Digo yo que si los hiciesen más pequeñitos podrían escribir más y vender más… Pero bueno. El que la lleva la entiende.

También habría que saber luego, cuantas de estas adolescentes de la cola van a llegar hasta el final del libro… Y por qué. O han jugado a ser progres comprando el libro y viniendo a que te lo firme la autora que tiene los mismos años que ella, que se casó al terminar la carrera, que tiene veinte y pico de años y que se hace selfis con los compradoras sacando la lengua…

Pienso que todo esto se consigue a través de las redes. Y no se por qué las llaman sociales, porque a veces son antisociales. Pero bueno…

Podríamos hablar de las modas y la cultura al dictado… Pero lo dejo para otro día.
La mierda de la aldea global no se a donde nos va a llevar…

miércoles, 15 de abril de 2015

Portadas de Feria




Servidor, que vive en Triana, suele acceder a la Feria por la calle Santa Fé, que es la prolongación de López de Gomara, un hombre que se fue a aquello de las indias, pero sin mala intención. (Lo digo por lo de las indias). Y raras veces accedo por la calle Asunción, que es la equivalente a la antigua calle San Fernando, cuando desde la Puerta de Jerez se enfilaba la alegría del Real y de la Portada.
Y va por lo de las portadas. Cada año que pasa y veo el boceto de la portada de la Feria, vuelvo a ver la portada del año anterior. Otra vez las torres, las espadañas, los remates, las mismas del año pasado y de años anteriores. Y usted me puede decir: Es que en Sevilla todas las torres son iguales. Y yo le puedo contestar: Y todos los diseñadores de portadas de Feria son iguales?
Madre mía. Con la de ingenio que se derrocha en esta ciudad, lo cortitos que somos para otras cosas. Pero, claro, sale el clásico: Como se nos ocurra cambiar el estilo, se nos echa encima todo el mundo. ¡Cualquiera toca aquí algo!
Entonces Sevilla es una ciudad que navega entre la tradición, las costumbres, lo que vivimos desde niños y un intento de evolucionar sin tener muy claro hacia donde se quiere ir. Eso no lo saben ni los políticos (esos pobres no saben nada de nada), ni los propios sevillanos que se lamen las heridas, solos y escondidos, como un perrillo que me encontré perdido no hace muchos días en el Paseo de la O…
Lo acaricié y lo consolé.

martes, 31 de marzo de 2015

Capataz en Campana

 
Hay quien opina que “no hay cosa más triste que un capataz en la Campana. Son como la Casa de la Pradera”. Me explico. 

Conversación en un bar. Alguien dijo: “¡Tos por igual valientes!” Y otro contestó: “¡A esta es!” Y un tercero, desde otra esquina, con voz entrecortada, pero llena de alegría, gritó: ¡Al cielo con ella!”


Se hizo un silencio. Y entonces se me ocurrió referirme a los capataces de hoy. Esos que le dedican la primera “levantá” en Campana a: “la niña de nuestro hermano, fulanito de tal, que está ingresada muy malita en el Virgen del Rocío con el deseo de que tenga una pronta curación. Va por ella…”


Y como los periodistas son así: pues allí están todos los micrófonos y todas las cámaras. Y el capataz, conocedor del fenómeno porque ha visto otras retransmisiones, se crece en su discurso y casi termina dándote el último parte médico del enfermo o enfermita en cuestión…


A uno, que está tranquilamente en su casa, se le hace un nudo en la garganta, nudo que se debería hacer, no por los enfermitos, sino por el modo de llamar, de levantar el paso, de llevarlo… Y que cada uno piense en esos momentos lo que quiera y que le pida –cada uno en su fuero interno- la curación de todos los enfermos del mundo…
Pero no podemos abandonar aquellos términos y frases de toda la vida: “¡Manué! -¿Qué?-Estáis preparaos?-Llama cuando quieras-Tós por iguá, valientes. Al cielo con ella…!”


U otras variantes como “vamos a trianear por la carrera oficial”…
Señores costaleros: Sabéis que sois el epicentro de la atención de media Sevilla en ese momento clave que es la primera levantá en Campana abriendo la carrera oficial. Mantener el lenguaje y la fraseología tradicional. Sevilla y los sevillanos os lo agradecerán siempre e irá en beneficio del propio espectáculo.


Que no tengan que decir en ese bar donde estábamos, que algunos capataces son más tristes que la casa de la pradera…