¿Cuántos artículos, recuadros y columnas nos quedan por leer en estos primeros días de septiembre sobre eso que han dado en llamar “síndrome post vacacional”? La tira. Porque los periodistas nos agarramos a lo primero que pasa. Agosto lo aguantamos gracias a las carreras de caballos de Sanlúcar, la Feria de Málaga que hacen en la calle Larios, con las obras del centro de Sevilla y con los veranillos del Alamillo… Y ahora vienen los estudios sobre los cuadros depresivos al volver a la vida del trabajo.
Para mí el problema no solo radica en el abandono de la playa o de la sierra, la cerveza y el pescaito frito, no. La depresión no nace por lo que dejas atrás, sino por lo que viene que, además de no gustarte, por eso lo odias. Odias a tu empresa, tus compañeros y tu jefe, sobre todo porque tú no querías trabajar en eso. Querías lo otro y no pudo ser y ahora vives amargado. Si de verdad te gustase tu trabajo y estuvieras enamorado de él, te hubieras llevado el ordenador a la playa y estarías deseando que llegase el día uno de septiembre.
Si los afortunados que tienen trabajo, además trabajasen en lo que de verdad les gusta, el mundo andaría mucho mejor… Pero esto, como muchas otras cosas, lo seguimos teniendo muy mal organizado.