martes, 31 de marzo de 2015

Capataz en Campana

 
Hay quien opina que “no hay cosa más triste que un capataz en la Campana. Son como la Casa de la Pradera”. Me explico. 

Conversación en un bar. Alguien dijo: “¡Tos por igual valientes!” Y otro contestó: “¡A esta es!” Y un tercero, desde otra esquina, con voz entrecortada, pero llena de alegría, gritó: ¡Al cielo con ella!”


Se hizo un silencio. Y entonces se me ocurrió referirme a los capataces de hoy. Esos que le dedican la primera “levantá” en Campana a: “la niña de nuestro hermano, fulanito de tal, que está ingresada muy malita en el Virgen del Rocío con el deseo de que tenga una pronta curación. Va por ella…”


Y como los periodistas son así: pues allí están todos los micrófonos y todas las cámaras. Y el capataz, conocedor del fenómeno porque ha visto otras retransmisiones, se crece en su discurso y casi termina dándote el último parte médico del enfermo o enfermita en cuestión…


A uno, que está tranquilamente en su casa, se le hace un nudo en la garganta, nudo que se debería hacer, no por los enfermitos, sino por el modo de llamar, de levantar el paso, de llevarlo… Y que cada uno piense en esos momentos lo que quiera y que le pida –cada uno en su fuero interno- la curación de todos los enfermos del mundo…
Pero no podemos abandonar aquellos términos y frases de toda la vida: “¡Manué! -¿Qué?-Estáis preparaos?-Llama cuando quieras-Tós por iguá, valientes. Al cielo con ella…!”


U otras variantes como “vamos a trianear por la carrera oficial”…
Señores costaleros: Sabéis que sois el epicentro de la atención de media Sevilla en ese momento clave que es la primera levantá en Campana abriendo la carrera oficial. Mantener el lenguaje y la fraseología tradicional. Sevilla y los sevillanos os lo agradecerán siempre e irá en beneficio del propio espectáculo.


Que no tengan que decir en ese bar donde estábamos, que algunos capataces son más tristes que la casa de la pradera…

sábado, 14 de marzo de 2015

¿De quien es la Semana Santa?


En estos días cuaresmales y en los propios de la Semana Santa, nos viene a la mente todos los años la mismísima pregunta. ¿De quién es y quien manda en esto de la Semana Santa de Sevilla? Yo creo que nadie. Por un lado la Iglesia quiere su cuota de poder. Por otro, el Consejo de Cofradías. Por otro las hermandades y sus hermanos mayores. Por otro, los capataces, los costaleros, los manigueteros, los vestidores y el que se sube al paso en un parón para enderezar una vela.

Hay decisiones sobre recorridos, paradas, horarios, sillas, espacios para palcos y sillas, para los precios de las sillas, para las sillas plegables, para cruzar la carrera oficial, para… Hay tiempos y espacios para los rezos, el cante, la penitencia…

Bien, pues creo que en cada una de estas parcelas citadas, hay una Semana Santa y un grupo de personas que las llevan con sus cinco sentidos puestos, por lo mismo que, como ya dije en otra ocasión, hay tantos rocíos como rocieros. Por eso no entiendo cuando oigo a un cura decir (¡que lo he oído y tiene nombre y apellidos conocidos y reconocidos en Sevilla¡) que no comprende cómo se forman largas colas de gente a la puerta de las iglesias para conseguir la papeleta de sitio, mientras los sagrarios están solos… Pues por lo mismo. Porque cada uno siente la religión a su manera. Por eso, si yo fuese cura, pensaría que es mejor que se hagan colas para salir cada uno con su Virgen o con su Cristo a que se hagan colas para cualquier otro tipo de acontecimientos… Y sobre todo reflexionaría muy seriamente en torno al por qué hay colas para salir con las hermandades y no las hay para entrar en las iglesias y visitar los sagrarios…

Algo debe estar ocurriendo, no cabe duda. Algo se está desfasando. Y eso lo deben estudiar y saber los que se dedican a esto profesionalmente… Ya no vale ni enfadarse ni, sobre todo, reñirle a la gente. Así fueron los curas de los años cuarenta y cincuenta que me toco soportar en mis años de formación.

Con que ¡hala! Los nuevos, a estudiar, a evolucionar y a dejarse de broncas, que mientras más broncas, menos afición vais a crear.

sábado, 7 de marzo de 2015

El tamaño de los teatros




El negocio del teatro entra en crisis, como tantos otros. Siempre se ha dicho que el teatro estuvo en crisis desde que se inventó. Este concepto me ha perseguido durante toda mi vida.Pero hoy, ni el IVA, ni la cultura media del pueblo, ni sus tendencias y costumbres, son ni serán los únicos causantes del problema que nos ocupa.

En los últimos años se han puesto de moda los pequeños teatros que nacen, sobre todo, en el “off” Sevilla. Teatros que nacen en barrios periféricos y que alimentan una necesidad cultural en lugares alejados de los puntos neurálgicos donde se ven los estrenos capitaneados por actores, actrices y directores de primera fila. Y aquí es donde más duro se hace el problema.

Creo que en algunos casos se ha establecido un distanciamiento desproporcionado entre las dimensiones de los escenarios y los aforos, sobre todo en los teatros de nueva factura y nuevo diseño a los que me referido. Nunca un escenario puede ser mayor que el espacio que habrán de ocupar los espectadores. Si hay más actores que espectadores, el negocio tiene que ser, por fuerza ruinoso.
Esto viene a colación por el problema creado por el Teatro de Salvador Távora en el Cerro del Aguila. (Febrero 2015). No sé si se trata de una mal sistema administrativo, pero las deudas se suelen obtener por un mal concepto de cómo se ha de llevar un negocio. Ni la cultura tiene por qué ser gratis, ni tampoco la tiene que mantener la administración pública. Que existan ayudas y subvenciones, sí. Pero luego hay que hacer muchos números para que al final no tengamos que salvar el negocio entre todos. Valga un vulgar ejemplo. Si usted monta un restaurante con cien plazas para comensales y luego contrata a un cocinero y un camarero, seguro que el negocio no funcionará. Lo mismo si se hace a la inversa. Una sola mesa y diez cocineros y veinte camareros.

El dueño del restaurante no podrá solicitar subvenciones ni ayudas, porque ha montado un negocio desde un planteamiento erróneo.

Y, desde luego, lo que no podemos es estar toda la vida manejando y viviendo del manido concepto del “teatro del pueblo y para el pueblo”… El pueblo no está para pagar teatros ni muchas otras cosas… El teatro es una industria como la del cine, a la que hay que ayudar, pero que también hay que saber dirigirla y administrarla…