lunes, 16 de febrero de 2015

Gala De Los Goya 2015.



No tenemos remedio. Ni aquí ni en Hollywood. Oscar y Goya unidos por las cantinelas de actores, directores, guionistas, etc. que se repiten como calcos hasta la saciedad. Todos sabemos que si alguien ha llegado a ser artista es porque en la familia lo han apoyado y ayudado, ya que lo normal es que los padres y las madres te digan eso de que te vas a morir de hambre con el artisteo y que lo que tienes que hacer es una carrera y meterte a notario que lo ganan muy bien. Pues, nada. Todos a acordarse de sus padres, a pesar que ya lo había advertido y recordado el presentador de la gala en tono de humor… Falta de imaginación en personas que se las debe suponer sobradas de tal cosa: imaginación. Pues como que no.

Me sobraron humoristas de medio pelo, más bien de programa divertimento de fin de semana en cualquier cadena. Me pareció estupendo Dani Rovira que llevó con buen pulso el desarrollo del acto. Por encima de todo y de todos, Antonio Banderas que dio lectura a un texto coherente, profundo, sincero y emotivo. Aquí va lo de la imaginación. Y por encima de todo un arranque del espectáculo fuera de serie, con fuerza, con garra, con ritmo, con sentido crítico, con coreografía oscilante entre lo sencillo y familiar y el gran musical y con un “resistiré”, grito de artistas que viven en el hilo de una araña, en el filo de una espada, sabiendo que hoy tienen trabajo, pero ¿y mañana?

Tan bueno fue el comienzo que quizás por eso fuera difícil que en el transcurso de toda una noche, como siempre alargada en exceso, se pudiese, no ya mantener sino volver a alcanzar ese alto nivel conseguido con el arranque.

El ministro Wert estuvo toda la noche en el candelabro y se llevó su racioncita…

domingo, 1 de febrero de 2015

Post mortem


Rafael de Cózar, Concha Caballero, Paco Lira, Juan Teba, José Manuel Lara…

Antes la muerte, más discretita, venía de tres en tres. Ahora viene de cinco en cinco.

Vaya un comienzo de añito. Será que lo de cinco viene unido a lo de 2015.

Menos mal que aquí, cuando alguien muere, todos pasan a ser los que más y mejor conocieron al desaparecido, los que más lo querían, los que más copas se tomaron con él…Y, además, se pone en marcha esa práctica tan sevillana de montar homenajes.

¿Por qué no hacemos los homenajes en vida? Pues porque Sevilla es envidiosa, es cainita. Aquí nadie le reconoce nada a nadie, porque entre mediocres, mientras tú estás vivo eres sombra y enemigo en potencia de cualquiera, pero una vez muerto ya… Aquello de “cebada al rabo…”

El otro día en el bar El Ancla de Triana preparaban un homenaje a un flamenco en vida. Qué reunión más bonita. Alguien, incluso, llegó a decir:

-Vamos a darnos prisa que el pobre está muy malito…

Así hay que ser. Hay que saber reconocer los valores de los demás con valentía y honestidad.