lunes, 14 de septiembre de 2015

Amar los teatros



 En todos estos teatros, vivimos horas de nervios, ilusiones, creatividad, sueños, aplausos, críticas, abrazos, lágrimas, risas.
Me parece estupendo que tanto compañero dedique espacios en periódicos y radios, defendiendo los pocos teatros y cines que quedan en pie. Me encanta que hablen del PGOU, del destino de los suelos, de los BIC (que no deja de sonarme a bolígrafo), del Ayuntamiento y de la Junta, que si el patrimonio, que si el uso cultural, que si los siglos, los estilos arquitectos, las reformas, los derribos, los aforos… 
Pero permítanme ustedes por un momento que, aún de acuerdo con que todas esas cosas se esgriman para defender estos templos, yo los defienda ahora a través de recuerdos muy personales: Plantillas de tramoyistas, eléctricos, taquilleros, acomodadores, regidores, señoras de los servicios y de la limpieza, del ambigú, fijadores de carteles, utileros, regidores… Nombres concretos: Juan Yévenes, Muñiz, Enrique, Joaquina, Humberto… Y lugares: La puerta de artistas, el escenario vacío, los telares, el cuarto de máquinas, el foso, las trampillas, los camerinos (individuales y colectivos), el patio de butacas, los palcos, las galerías, los pasillos interminables, el gallinero, el hall, el bar, las taquillas, las carteleras… En alguno de estos teatros llegué a tener un camerino donde recibía a los amigos después de los estrenos. 

Y, sobre todo, por las obras montadas en cada uno de ellos:

San Fernando: (Desaparecido). “Los justos” de Albert Camus; “El velero en la botella” de Jorge Díaz; Obras de Brcht, Ionesco…

Alvarez Quintero: (Deformado). “El cuervo” de Alfonso Sastre; “El hombre de las cien manos”, infantil de Luis Matilla; “Cándida” de Bernard Shaw…

Cervantes: (Ahí está). “La jaula” de Alfonso Jiménez; “Rinoceronte” de Ionesco; “Pigmalión” de Bernard Shaw; “Un sombrero lleno de lluvia” de Michael V. Gazzo…

En todos estos teatros, vivimos horas de nervios, ilusiones, creatividad, sueños, aplausos, críticas, abrazos, lágrimas, risas. Fueron nuestra casa en incansables horas de ensayos, pausas para el descanso, bocadillos para reponer fuerzas, cabezadas en el sofá del hall, chistes en la madrugada durante la puesta de luces, el nacimiento de algún amor mientras se pasaba letra en un camerino… De esta manera, ¿cómo no voy a recordar estos lugares y defender el que aún nos queda?